De acuerdo con el relato del doctor Víctor Frankl la vida era dura en los campos de concentración. La vida de un prisionero en el campo de concentración era sobrevivir a los malos tratos por parte de los “capos” quienes eran crueles y despiadados con los prisioneros. Sin embargo, siempre se encontró una forma de como “escapar” de esa cruda realidad y de la idea de morir cada día. Parecía que cada cosa que estos hombres hacían estaba mal, pero el objetivo de los “capos” no era más que hacerlos caer para así deshacerse de ellos lo más pronto posible. Estos hombres eran golpeados, azotados y desmoralizados hasta al punto de que ellos no sabían si estaban vivos o muertos en vida. Las condiciones en las que vivían eran las más extremas, pero, aun así, no se les doblegaron tan fácilmente su espíritu. Unos a otros se animaban como podían, se contaban chistes, platicaban de política entre otras cosas que los entretenían.

En las condiciones en las que se encontraban el trabajo físico era casi imposible. Estaban desnutridos, la ropa era inadecuada, la mayor parte del tiempo no habían descansado lo suficiente, se les despertaba muy temprano y a veces apenas cuando empezaban realmente a descansar. Además, los daños severos causados a sus cuerpos por el frio y la humedad hacia aún más difícil su labor diaria. Prácticamente estaba prohibido mostrarse débil y el que lo hacía era duramente castigado o simplemente ya no se le volvía a ver.

La vida en los campos de concentración era dura y es muy difícil imaginar que una persona pueda tener sentido del humor mientras se le esté maltratando. Al parecer el contar anécdotas graciosas para estos hombres era como escapar por un instante a la cruel realidad que estaban viviendo. Lo aún más difícil de entender, y aún más impactante, es el hecho que ciertamente sientan alivio al enfrentar su situación de esta manera. Las condiciones en el campo de concentración eran inhumanas. Además, ellos sabían que en otras cuadrillas el trato a los prisioneros era peor. Los prisioneros se sentían bien cuando les cambiaba el humor. Es más, se puede decir que el estar de buen humor era como no estar en esa difícil situación. Incluso, la extrema fatiga no doblego la voluntad de estos hombres quienes continuaron sobreviviendo en esta difícil situación la cual sobrellevaron dándose un mutuo apoyo.

El hombre es influenciado por el medio ambiente que le rodea. Esto obliga al hombre a adaptar su conducta a las características particulares de su entorno. En otras palabras, el hombre, aparentemente, no tiene elección y no puede escapar a su entorno. Sin embargo, aun en esta situación, el hombre posee libertad espiritual. Otra cosa que me impacto fue que, a pesar de la situación tan difícil, los hombres en el campo de concentración tenían el deseo de ayudar a otros y les daban consuelo y los últimos trozos de pan para que estos pudieran sobrellevar tan terrible situación. En este sentido, los hombres persistían en su libertad y no se convertían en un simple producto del maltrato psicológico y fisiológico del campo de concentración. Es impresionante como el ser humano puede conservar su dignidad humana en situaciones de extrema supervivencia como las vividas en el campo de concentración. Estos hombres, a pesar del maltrato, podían elegir su destino en ese lugar.

Lo que he aprendido del libro es que no importa la situación que uno esté viviendo sea esta agradable o desagradable debemos siempre encontrarle sentido a nuestras acciones para así conocernos mejor y saber cuáles son nuestros límites o si somos capaces de sobrellevar las distintas situaciones más allá de lo que nosotros pensamos. En otras palabras, la parte afectiva y espiritual del ser humano es mucho más fuerte de lo que podemos pensar. Sin duda, recomendaría el libro a un amigo ya que la experiencia del doctor Víctor Frankl puede ayudarle a cualquier persona a conocerse a sí misma y así superar cualquier obstáculo que se le pueda presentar.